19 ago 2010

¿qué clase de seguridad necesitamos?

La única cosa necesaria


Vivimos en una época de inseguridad psicológica y material casi generalizada. Muchos ya no encuentran apoyo en las instituciones ni en las organizaciones de este mundo concreto. Ya han percibido que, actualmente, sólo pueden sentirse seguros en el nivel espiritual, área de la consciencia que está más allá del cuerpo físico, de las emociones y de la mente. En ese nivel es donde se encuentra el yo superior, el alma, el núcleo de consciencia universal presente en todos.

Llamamos seguridad al estado que casi todos buscan, pero esa no es la palabra que mejor traduce lo que experimentamos al contactar los niveles espirituales. En esos niveles sutiles de consciencia todo es tan dinámico que no existe la estabilidad ni la tranquilidad como normalmente las entendemos.

Entonces, ¿qué clase de seguridad necesitamos?

Respecto a la seguridad que surge de nuestra sintonía con los niveles superiores, hay un pasaje bastante esclarecedor en el Nuevo Testamento. En uno de sus viajes, Jesús se hospedó en la casa de dos hermanas llamadas Marta y María.

Cuando llegó, María se sentó a sus pies, recostó su cabeza en Jesús y se aquietó. Marta, por el contrario, se ocupaba de muchos quehaceres. Notando que María permanecía quieta, Marta le preguntó a Jesús:

Maestro, ¿no ves que mi hermana me dejó sola con todo el servicio de la casa? Dile, pues, que me ayude. Jesús le respondió:

Marta, Marta, andas inquieta con muchas cosas, pero una sola cosa es necesaria. María escogió la mejor parte, y esta jamás le será retirada.

En este breve episodio, vemos la importancia de la quietud, del silencio y de la soledad para encontrar la mejor parte. ¿Será ésta la seguridad tan buscada hoy en día pero no hallada en lo externo? En realidad, esa actitud contemplativa puede llevarnos no sólo al equilibrio sino también a nuestra verdadera acción, la que nos posibilita ser útiles al mundo.

La quietud, el silencio y la soledad de María no significan inacción ni inercia. Se refieren a la acción interior, desinteresada. María estaba simplemente quieta, sin necesidad de demostrar lo que hacía; lo contrario de Marta, que trabajaba y llamaba la atención sobre el hecho de estar siendo útil.

El silencio es un estado interno en el que no hay críticas, deseos, exigencias ni interferencias. La soledad es la consecuencia del silencio y de la acción desinteresada. A ese estado se llega abandonando intereses personales y egoístas, y pasando a tener intereses más amplios; colocando las necesidades de los otros, de grupos y del planeta en que vivimos, por encima de las necesidades personales, que no siempre son verdaderas sino producto de hábitos y vicios.

Esa ampliación de la consciencia personal hacia la consciencia de grupo, y de realidades aún más amplias, es un trabajo cuyo resultado depende de las intenciones de la persona. A veces es un largo camino, que se recorre por etapas.

La única cosa necesaria es estar seguro, entero en lo que se vive, sin exigencias ni divisiones, en paz, estable en los niveles superiores de la consciencia. Al desarrollar cualquier tarea externa podemos estar en actitud de silencio interior.

De esa manera nos preparamos para acciones que pocos están aptos para realizar, acciones que ?sin comprometerse con lo externo? exigen imparcialidad, precisión y entereza en la ayuda al mundo y a las personas.



 Trigueirinho